Desde el principio,
Dios enseñó: “Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer,
y serán una sola carne” (Génesis 2:24). Este compromiso especial, este vínculo entre
un hombre y una mujer, tiene el propósito de que sea ETERNO. El matrimonio fue diseñado
para que fuera una relación de por vida (Romanos 7:2-3), que produciría descendencia
para Dios (Malaquías 2:15) y ayudaría a la pareja a entender mejor la profunda
y amorosa relación entre Jesucristo y los miembros de “la familia de Dios”, su
Iglesia (Efesios 5:25-32; 2:19-22).