"Sólo Dios puede salvar la familia".
La gente está
buscando ayuda desesperadamente. Nuestro país nunca ha experimentado antes un
desprecio tan notorio por la ley y por
el orden. Los adolescentes no tienen respeto por la autoridad. No temen a
nadie, crecieron tratando indecorosamente a sus padres, respondiendo
insolentemente a sus maestros. El número de divorcios crece. Lo que el mundo
necesita no son palabras. Necesita ejemplos vividos de una buena vida familiar.
No decimos que sea
la situación más fácil. Por el contrario, es una de las más difíciles que la
historia le ha concedido a la familia cristiana. Aquellas familias
que no han criado bien a sus hijos no por ello dejan de admirar a los que lo
han hecho. Los que tienen familias que están desprovistas de amor y de comunión
amistosa no dejan de mirar con disimulada envidia, a la familia de la misma
calle que tiene un buen ejemplo familiar. Pero vivimos en una
época en que la gente ha llegado a cansarse de las simples palabras, deseando
saber en qué consiste el secreto. esta es la oportunidad que está ante nosotros
como familias cristianas experimentar de tal modo la realidad y el poder de
Cristo en nuestros hogares, vivir de tal modo de acuerdo a su Orden Divino, que
los que están a nuestro alrededor puedan ver que algo ha sucedido.
El testimonio
silencioso de la familia que ha encontrado el secreto de vivir en comunión con
Jesús dirá mucho más que un discurso elocuente. La vida familiar cristiana por
consiguiente, no es una simple posibilidad humana. Llega a ser únicamente posible
cuando permitimos que sea Dios quien tenga nuestra familia a su cargo. Si algo
llegamos a ser, será por causa de lo que El haga, unido a nuestro esfuerzo,
oración y dedicación.
El primer paso
hacia la adquisición de la fe es una humilde admisión de necesidad. Una maestra
de Escuela Dominical enseñaba a su clase de primarios los rudimentos de la
oración. Después de breves instrucciones ella les preparó, para que
efectivamente pudieran tener un momento de oración. Tranquilícense interiormente
dijo ella, piensen de cómo están las cosas en el mundo que les rodea, de cómo
están las cosas en sus propias familias, y luego díganselo al Señor. Siguieron algunos
momentos de silencio, entonces uno de los niños exclamó: ¡Socorro! Esa fue su
oración y habría sido difícil mejorar su elocuente brevedad.
La Familia en
verdad necesita que se le socorra porque está bamboleándose en un embravecido
mar de dificultades. Aquellos que cierran sus ojos y oídos a lo que está sucediéndole
a su matrimonio y a la familia en nuestros días serán como los barcos que
pasaban por las cercanías del Titanic y oyeron y vieron las señales de socorro,
pero simplemente no las aceptaron. ¡Porque el Titanic era insumergible! El
Titanic se hundió. El capitán que era el hombre que estaba a su cargo, nada pudo
hacer para salvarlo. El tenía lo mejor que la sabiduría, habilidad y tecnología
que el hombre puede producir. Pero no fue suficiente. La Biblia nos cuenta de
otro barco, este también iba a la deriva en un turbulento y embravecido mar. La
destreza y fortaleza de los hombres, habían hecho lo mejor que podían, pero sin
resultado. “Grandes olas comenzaron a inundar el barco hasta que éste estaba
lleno de agua y a punto de hundirse” Marcos 4:38-40 nos dice:”Y él estaba en la
popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no
tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar:
Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por
qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”. Aquel barco no se hundió,
pues a bordo estaba Jesús que tenía autoridad sobre las mismas fuerzas que les
amenazaban con la destrucción.
Nada prevalece aquí
sino la autoridad de Cristo. Cuando él toma el control, aquellas fuerzas que
están amenazando echar a pique a la familia cristiana retrocederán y se
retirarán. Pero si dejamos que él duerma en la popa por falta de oración, bien
pudiera ser que fuéramos barridos de la cubierta. Esta es la elección simple que
afrenta a la familia cristiana de hoy. ¿Clamaremos a Jesús y le pediremos que
se haga cargo de nuestros hogares o nos mantendremos bogando con los remos de
los esquemas hechos por el hombre, mientras que las ondas se remontan cada vez
más? El presta atención al clamor más íntimo del corazón, a la más inmediata
presión de las circunstancias y sin embargo él nunca pierde de vista el destino
último que se ha propuesto para aquellos que considera suyos.
Por: Pastora Vilma de Rojas.
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